Se acerca navidad. Período de fiestas. Acercamiento familiar. Encuentro de viejos amigos y parientes lejanos. Todos, o los que el trabajo o las obligaciones no nos lo impide, llegaremos llenos de alegria a nuestro pais y a nuestros queridos pueblos, encontrándolos algunas veces más bonitos, otras veces más acabados por el descuido de las autoridades en turno, pero contentos porque nuestros pueblos son nuestros pueblos.
Nuestros pueblos son aquellos pedazos de geografía que nos vieron nacer, crecer, desarrollarnos como individuos y donde en la mayoría de los casos conocimos nuestro primer amor, nuestro mejor amigo.
Donde nos implicamos socialmente por primera vez, y es el lugar del que nunca podremos desvincularnos afectivamente, ya que los primeros años de nuestras vidas transcurrieron corriendo por sus patios, comiendo helados en sus parques, y oyendo aquellos merengues y baladas que, aunque siendo pequeños aún, sabían deleitarnos y que hoy, con youtube e internet, rescatamos de ese pasado que nos viene a buscar de vez en cuando y nos traslada en milésimas de segundos a esas dimensiones tan agradables como muchas veces tristes, pero siempre necesarias para de una forma u otra saber siempre de donde venimos y de donde vienen algunos caracteres de nuestra personalidad.
La navidad en Venezuela es la época del año donde muchos amigos que no se hablaron durante todo el año se dan un abrazo. Donde todos los que ya no vivimos en nuestros pueblos llegamos un poco tímidos y estraños.
Con cierta impresión de haber perdido un episodio importante de nuestra vida. Viendo los que se quedaron. Los que nunca se fueron. Los héroes de la patria en cierto sentido, tan dinámicos, tan originales, tan Venezolanos. Esa alegria y vitalidad que muchas veces se nos va apagando a aquellos que salimos un dia y que el destino quiso o decidió, apartarnos por períodos indeterminados de nuestros queridos pueblos.
Hay cierta nostalgia en el espíritu del venezolano ausente; por no decir una pena indeleble, imperecedera. Que dura todo el trayecto de su viaje. Hay cierta tragedia que todos los millones del mundo no podrían borrar de su alma. La madre que quedó en la patria.
El padre que uno oye del otro lado del audífono, con la ronca de siempre. Con la autoridad que nos recuerda que somos todavía y para siempre niños a sus ojos.
Los hermanos que siguieron sus vidas paralelas a las nuestras. Con sus triunfos y frustraciones. Los sobrinos que crecen en nuestra ausencia. Los amigos que se casaron. Etc, Etc.
Todo un paquete de emociones invaden constántemente al Venezolano, que dejó su tierra. Todo un bagaje de recuerdos y vivencias que forman parte de su base cultural. De su identificación como individuo. De su ser carnal y humano.
Ser humano con nombre y apellido. Con familia y recuerdos. Con sentimientos propios y muchas veces solidario con su entorno y con aquellos que desde lejos también viven con cierto sentimiento de desprendimiento, de pérdida.
De nostalgia que con el tiempo también toma volumen, porque se va creando cierta simbiosis de pena entre los que se quedan y los que se van, pena que en navidad se esconde por algunos dias para dar paso a la alegria propia de los dias festivos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario